A veces llega un momento en que te haces viejo de repente, decía una canción al hablar de dolor, pérdidas y otros desencuentros cuando ya no hay vuelta atrás para la remisión. Es irónico, pero te puedes pasar la vida buscando quimeras y la vida va, y te clava un puñal sin avisar.
El domingo sonó el teléfono... Hace una semana mataron de un navajazo a Nacho. Iba con unos colegas de cervezas y a la salida de un Pub, intentaron intimidarle. El sacó su chirriosa voz de cazalla regurgitada, cuando, no sé por qué rincón, asomó el filo de un cuchillo y, de un plumazo, le desgarró el costado. Nacho era un viejo rocker, huérfano de afecto, musiquero hasta la médula; vivía por y para su guitarra. Era amigo íntimo de un chaval que, años después, acabaría con sus huesos en la cárcel por un lío de drogas. Siempre soñó con vivir al borde del abismo...
Se te encogía el alma de pensar en sus excesos. “Vives demasiado despacio, piolín –como él me llamaba- y sólo tienes un abrir y cerrar de ojos para vivir”. Siempre se revestía de una solemnidad típica de hermano mayor cada vez que me decía estas cosas, casi siempre con los ojos entornados tras la nube de su cigarro, cada vez que tomábamos café a la salida de la Facultad.
Recuerdo que me hablaba de sus sueños; montaría un grupo de rock con “El Pintas” y el bonachón del “Botas”. Vestíamos camisas de franela y nuestras madres se mortificaban de vernos cada día con tejanos sucios y medio raídos. Nada importaba entonces. Nacho y su panda, malbarataron su juventud en la calle, en la noche, en el exceso... Vivió la cocaína, las bandas, las peleas en la noche, el Rock&Roll empaquetado en vinilo y, sobre todo, aquella vieja utopía que nos perseguía a todos.
Ahora un furtivo cuchillo ha acabado con aquella utopía. Aún me parece oír su voz cantando a grito quebrado viejas versiones de Los Ramones. Después vinieron las manifestaciones y las huelgas en la cantina de la Universidad. No entendíamos muy bien qué diantre era todo aquello, pero olía a rebeldía y libertad y aquella adrenalina, gritada a toque de pulmón, daba sentido a nuestras vidas entonces. Pero eso fue entonces, sólo entonces…
Nacho era un superviviente de sí mismo; unos años antes le había tenido que enseñar los dientes a la muerte; un cáncer podría las entrañas de su madre ante la mirada impávida de un padre alcoholizado de derrotas y maltrato. Jamás fue capaz de digerir aquel trago... y años después, su tendencia a vivir sin medida y al desaliño nos arrasó a todos... Parecía predestinado a brillar en la música de sucios tugurios, pero el afán por lo desbordado pudo con él.
Le encantaba disfrazarse de decadencia y fracaso hasta rayar la obscenidad. Se emborrachaba por las tardes, gritaba despropósitos por doquier y hablaba de un extraño amigo suyo yanki que un día vendría a llevárselo para hacer las Américas en moto... Un tiempo después, le habló de amor a una chiquilla de ojos gitanos y cabello negro que le dio un hijo escuálido, inquieto y enrabietado.
Nacho era así; excesivo hasta en su persona. Era una performance de sí mismo. La pasión se le escapaba por los ojos mientras aumentaba su esperpéntica e ingente colección de motos, escándalos, rubias y fracasos.
Y la cosa no terminó bien; no podía terminar bien. Empezamos a perderle de vista. Unos contaron que intentó suicidarse, otros le vieron en algún antro oscuro mal vestido, y con la barba empapada de vodka y desamor, otros que se escapó de sí mismo a lomos de un billete a Kansas... Se estaba convirtiendo en un esperpento de su propia sombra hasta quedar aniquilado... desmenuzado a pedazos.
Luego se precipitó todo... y a todos nos despertó, de repente, la década de los “40 y tantos”... No sé quién ya dijo en alguna ocasión que cumplir los 40 es atravesar la línea de la sombra, el momento en el que descubres que no hay quimeras, que no hay grandes sueños; sólo realidad a borbotones. Y nos dolieron aquellas pérdidas... y nos dolieron aquellos años en que nos asustaba el hastío y nos deleznaba la rutina.
Hoy vuelve a ser Domingo de nuevo, y.... ya hace una semana que le cortaron la utopía a Nacho. Se nos acabó el sueño de una vida al borde del abismo... y nos empachamos de “realidad” sin remisión, sin vuelta atrás…
S. T.