ALGUNOS DERECHOS RESERVADOS

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23/1/21


APARIENCIAS ENGAÑOSAS

Desde los scape rooms hasta la realidad aumentada o los mappings digitales, las propuestas inmersivas están por todas partes. Estos días leía que la exposición Van Gogh Alive, que se puede ver en el Ateneo Mercantil de Valencia, se prorroga tras lograr largas listas de espera y más de 70.000 visitantes. Estas muestras, basadas en un juego de luces, música, imágenes virtuales y hasta fragancias, son la última moda en Europa, donde últimamente han proliferado ejemplos como Van Gogh digital experience, Meet Van Gogh o El Oro de Klimt. Vivimos en la economía del espectáculo donde la gente contrata experiencias, aseguró Lonnie Hanzon en la Cumbre inmersiva de Denver, organizada el mes pasado por la Universidad de Colorado. Sin duda son propuestas capaces de transportarnos a otras realidades; gigantescos montajes escenográficos capaces de provocarnos una inmersión fuera del mundo real. Pero no se equivoque, lector, la textura de la pincelada de Van Gogh, o los brillos de Klimt no están allí. No queda nada allí del “aura” irreemplazable de la obra de arte de la que tanto habló Walter Benjamin. Por supuesto que es positiva (y mucho) la aplicación de las TIC en museos y exposiciones, pero siempre que complete o contextualice la percepción del objeto. No se lleven a error: interpretar las claves de la obra de Van Gogh tan sólo es posible desde lo cognitivo, a su vez favorecido por el contacto con el objeto. En una exposición inmersiva el objeto se ha eliminado en favor de una escenografía que tan sólo apela a lo sensorial. En una exposición a la clásica, con objetos originales, se conjugan una serie de servicios altamente especializados (permisos de importación, aduanas, permisos ministeriales, escoltas policiales, seguros a todo riesgo, embalajes inertes, medidores de impacto, de humedad, de temperatura…y un largo etcétera), todos ellos encaminados a hacer posible el acceso al objeto (que a menudo es traído de la otra parte el mundo o se presenta, inédito, procedente de alguna colección privada). Seleccionado el objeto, éste es colocado en el centro del sistema discursivo y se sirve al público arropado por un discurso curatorial, un folleto de sala, una audioguía, una conferencia, un catálogo, un programa público… Es decir; un producto total pensado para aportar una historia, una reflexión, un conocimiento. En el espectáculo inmersivo, el objeto y su marco discursivo desaparecen. Allí sólo hay rutilantes luces y fogonazos, que deleitan nuestros sentidos mientras inflan las arcas de un sector empresarial que ha detectado la gallina de los huevos de oro en esta burbuja de lo virtual. El fenómeno amenaza con rozar la frontera de parque temático bajo la engañosa apariencia de acontecimiento artístico. © Silvia Tena

El Mundo 13.10.2019

https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/castellon/2019/10/13/5da3872cfdddff1c9a8b4608.html


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