ALGUNOS DERECHOS RESERVADOS
6/4/10
RETALES
21/3/10
LA DIGNIDAD DE VIVIR
Rebusco entre mis libros y cuadernos, una parcela de aire del pasado, una ventana a un cielo protector al que contemplar. Y me pregunto si la felicidad es ese estado de inocencia infantil al calor del sol y el mar, donde se oye el rumor de promesas cerca de las orillas anheladas del destino. Un ideal en el recuerdo descosido, por cuyas deshiladuras se cuelan voces, olores, atardeceres de otoño, aquella vieja música... Alguien dijo que es por que nada se sostiene hasta el final, por lo que nada se mantiene en esta vida más allá de un ir y venir en nuestras vidas. Como un rumor de olas, como unos acordes desgastados...
Y un buen día, buscamos entre los hilos del alma aquel absoluto que creímos conocer. Y lejos de querer olvidarla, sufrimos por no poder poseerla. Agazapada tras las trincheras de la miseria de uno mismo. En el refugio que da el olvido de aquellos días de inocencia, donde toda lucidez daba paso a una explosión de vida incontenible, inabarcable, donde las risas y el aire eran el único sustento.
Hoy no necesitamos esperanza, necesitamos olvido. Olvido del recuerdo para volver a vivir, a puerta cerrada, con el amigo verdadero. Regresar a ese lugar en que las palabras jamás se volvieron en contra.
Nunca pude renunciar a la luz de vivir, al hálito del mero existir... a la vida libre y desbocada del corazón sincero, de las palabras sin diseñar, del brote imparable del afecto no disimulado. En una palabra: Vivir. En la compañía de esos hombres silenciosos que sólo aguantan en el mundo la vida que se les concede por el recuerdo y el regreso fugaz de una breve y libre sensación de felicidad.
"La lucidez -dijo René Char- es la herida más cercana al sol". Hoy, años después ese sol entra de nuevo en mi ventana en esta mañana de incierta primavera de domingo donde, todos -todavía- viven, todavía duermen.
S.T.
c) http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
Del texto: Sílvia Tena
22/1/10
LORCA IN MEMORIAM
cien trompetas negras resuenen en las lomas de tu vientre.
Desiertos de arenas blancas cubran los pozos del deseo,
marchitas las plumas de antiguos versos olvidadas.
Si me han de matar mañana
escalar en tu recuerdo embalsamado quiero.
Playas de concha nacarada, cantos de alondras
en océanos de cobalto embravecidos de naves quebradas.
Tu espíritu de cristal respirar
mientras el naufragio de tu mirada a mi lecho me devuelva triste y perdido.
Por que, dime, si de tus labios escarchados de mar y sal
matarme mañana habrán.
S.T.
(c) http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
Del texto: Sílvia Tena
27/8/09
LA BARBERIA DE LA CALLE SEIS
La habitación de aquel motel era verdaderamente penosa; muebles medio rotos y una cama con los muelles desventrados. Pero no importaba, había llegado hasta allí con unos pocos euros que le había prestado su amigo Martín.
La ciudad estaba casi desierta, las calles vacías y el asfalto parecía achicharrado bajo aquel sol implacable de agosto. De vez en cuando, los perros merodeaban por los basureros en busca de huesos y despojos. Se limpió el sudor de la frente con la mano y, de repente, notó el olor de la axila entre el aire sofocante de la tarde. Mañana se pondría el traje. Esperaba poder caber dentro después de tantos años. Y se pondría también la corbata. La ocasión lo merecía y quería estar presentable para mañana. Los puños de la camisa y los botones de la chaqueta le devolvían a la memoria imágenes y vestigios de un pasado que ahora le parecía lejano: cenas y reuniones con clientes, luego los dos niños, luego María y luego el divorcio. Pero no, mañana volvería a empezar de nuevo. Todo iría a cambiar mañana.
Siguió las instrucciones de un plano de la ciudad que llevaba en el bolsillo. Giró la segunda calle a la derecha. Los comercios estaban cerrados y el aire olía a basura y a moscas. Salieron a su encuentro dos chiquillos de mirada salvaje y atuendo sospechoso. Lo miraron al pasar susurrando algo inaudible entre ellos. Por un momento se reprochó a sí mismo el haber sentido miedo. Dobló una esquina más y entró en un barrio algo más adecentado. Más allá de una pequeña tienda de ultramarinos vio una vieja barbería de las de antes. “Peluquería Raimundo”, se leía en el toldo que protegía la ventana del establecimiento. Apretó el paso. Empujó la puerta. No había nadie. El local estaba en penumbra y reinaba el silencio. Era raro; en el motel le habían dicho que el viejo Raimundo trabajaba hasta tarde. Oyó unos pasos a su espalda y se volvió. De la trastienda apareció un hombre, para su sorpresa, nada viejo.
-Está cerrado –dijo el hombre.
Por un momento, sintió una punzada de desaliento; sabía que si no iba
aseado mañana, perdería la oportunidad a la que tanto le había costado llegar,
así que sacó todas sus viejas armas de persuasión.
-Venga amigo. Vengo de fuera y eres el único que tiene el comercio abierto a estas horas. Y sin dejar que el hombre reaccionase, de una rápida zancada se dejó caer en el sillón de cuero rojo de la vieja barbería, arqueando el cuello para indicarle cómo quería el recorte de pelo.
El hombre enjuto lo miró por unos instantes visiblemente contrariado pero, finalmente, cogió las tijeras. “Bueno, lo conseguí”, pensó repantigándose en la silla de barbero. Respiró tranquilo y se relajó mirando a su alrededor. Entonces lo vio todo. Vio al viejo Raimundo maniatado y amordazado que asomaba tras la puerta de la trastienda. Y vio al hombre enjuto y sus enormes manos ya muy cerca de él… el acero brillando entre sus dedos.
[Publicado en la revista El Narratorio]. El Narratorio núm. 53 (Julio, 2020)
8/7/09
MALETA DE VIAJE
La luna rota... valles encubiertos... tu risa
-¿Vienes conmigo?
Aves del paraíso... la suave brisa de tus labios...
Revoloteo de golondrinas. Y tu risa.
Senderos abiertos... páramos verdes de hierba fresca en primavera...
El volcán encendido de tus pupilas...
Susurros de brisa adormilada. Y tu risa.
-Sígueme -me dijiste-.
Noches estrelladas al canto de los grillos
Cumbres nevadas de sal... ...Y tu risa, siempre tu risa.
S. T.
(C) http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/