ALGUNOS DERECHOS RESERVADOS

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25/6/10

MI PADRE VE INTERECONOMIA Y MI MADRE “SÁLVAME” (O CÓMO SER COBAYA DEL ARTE-FRIKISMO, LA CACA DE LUXE Y OTRAS HIERBAS)

Vamos a dar la cara fue el lema escogido por el empresario José María Ruíz-Mateos para fundar, en 1989, el Partido del Trabajo y Empleo–Agrupación Ruíz-Mateos y presentarse así a las elecciones al Parlamento Europeo de ese año (hecho que, contra todo pronóstico, le hizo obtener más de de 700.000 votos y dos escaños). Una estrategia política gestada desde la desconfianza oficial –no hay que olvidar que en esas fechas Ruíz-Mateos era un prófugo huido de la justicia– pero que, a su vez, generó un alto grado de confianza. Una astuta campaña de marketing (que se centró precisamente en la condición antiheroica y justiciera del empresario), reveló un enorme éxito popular y mediático por la “hazaña” del empresario gracias a su capacidad de complicidad y empatía con el votante. A fin de cuentas, ¿quién no se siente atraído por la figura épica del antihéroe en busca de justicia?
Hace unas semanas asistí a una inauguración que el tiempo ha revelado polémica. El Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC) abría la muestra Avecindamientos Discretos, rodeada de un fuerte hermetismo en cuanto a sus contenidos. Tan sólo se había avanzado a la prensa que la exposición pretendía hacer interaccionar a los habitantes de un término municipal de tamaño medio -y poco abierto a las contemporaneidades- (Castellón de la Plana) con cuatro creadores plásticos (Antonio Ortega, Bernard Bazile, Cesare Pietroiusti, Simona Denicolai & Ivo Provoost).
Yo deambulaba entre los allí presentes leyendo alguna cartela furtiva cuando, de repente, aparece por un extremo de la sala, Yola Berrocal. Berrocal –cual princesa decadente y venida a menos- pasea hierática por entre la gente. Aparece y desaparece. Va disfrazada de Superman y porta una pancarta donde se lee “Antonio Ortega cree en los juicios paralelos”. Mientras ella desfila entre los asistentes, una proyección muestra la rosa de Joseph Beuys, en otro lado de la sala, una tarima central ofrece autoridad de opinión a cualquiera que desee usarla, y finalmente en otro espacio de la sala, una actriz –Sheila Fernández- encarna a José Maria Ruiz Mateos haciendo un balance de su vida, a modo de monólogo.
Antonio Ortega, quien previamente había pedido a un grupo de alumnos de la Escola d’Art i Superior de Disseny de Castelló que confeccionasen pancartas incitando a globalizar el derecho a emitir juicios paralelos, toma como punto de partida la conocida voluntad de Ruiz Mateos de incidir en la opinión pública como método de defensa. Con ello, Ortega utiliza las estrategias del escándalo, la prensa rosa y la “baja cultura” para superar una supuesta endogamia intelectualmente localista y para reforzar esta idea, hace que la performer de su acción artística sea una activista de la cultura de la caspa y –en otros tiempos aspirante a la alcaldía de Marbella-, Yola Berrocal.
La respuesta del público allí presente fue inmediata; desde el absurdo-irónico ante un significado que no había sido –intencionalmente- desvelado, hasta los juicios de vecindad ante el supuesto despilfarro de recursos que suponen esas acciones. Un uso del dinero público que, debido al escaso beneficio en términos de funcionalidad del arte contemporáneo, plantea un punto de partida a menudo tildado de cierta sospecha y desconfianza (una sospecha, por cierto, que no sufren otros ámbitos de la cultura popular como pueden ser la música o el cine).
Cuando ya parecía superada la barrera limítrofe entre lo local y lo global, cuando se había debilitado la identificación social de lo artístico ante una cada vez más fortalecida globalización de la creación, va y los rutilantes brillos de la basura-caca-cultura refulgen entre los entresijos de la oficialidad del discurso estético. Arthur Danto en su ensayo “El fin del arte”, a colación de las cajas de brillo de Warhol, preconizaba el simulacro reluciente y cegador de lo que, con el tiempo, se reveló un espejismo de la estética entendida según los parámetros tal como los formuló Hume.
Es muy lícito hacer una autorreflexión de la funcionalidad del arte contemporáneo y su rentabilidad cultural en términos de incidencia social, pero ¿lo es si se hace a través de la máscara, la ocultación, el disfraz, o el desdoblamiento? (y no tanto del propio Ruíz-Mateos o la starlette Yola Berrocal sino del usuario/visitante anónimo que opta por ejercer su derecho a opinar… ¿libremente?)

¿Demagogia, populismo o deseo de visibilidad?

S.T.
 
"Avecindamientos discretos"

EACC
c/ Prim, s/n
12003 Castellón
Del 16 de abril al 27 de junio de 2010
De martes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está muy bien Sílvia, enhorbuena.
Antonio García
antoniogarcia2012@yahoo.es